Teresa PESCADORES DE PUERTO DE VEGA VISITE: https://rma1987.blogspot.com Dejó Teresa un bostezo en el aire, cuando el alba, colándose sin pudores, quiso cruzar su ventana. Los ojos abrió la niña que la luz halló dorada queriendo hacerse camino tras viejas contraventanas. Sus ojos lavó sin prisa, sus trenzas desenlazadas, que no invierte, tan temprano, ni un segundo en colocarlas. Siguió ante el espejo limpio otro bostezo que emana de sus labios cual perfume, de sus boca sonrosada. Y el pie puso en la madreña, y, la madreña calzada, pisaron sus pies el suelo de la calle ante su casa. Y allí camina la cuesta y por la cuesta que avanza, la leche le da el abuelo, porque acaba de ordeñarla. Blanca es la leche que lleva, que la nieve no es más clara, que no es más claro el granizo cuando cubre las montañas. Y a la casa del buen cura leche recién ordeñada lleva contenta la niña, mientras canta su tonada. Por el camino la sigue la fresca brisa del alba, que, como tiene permiso, busca siempre acariciarla. Y acariciarla quisieran, si pudieran alcanzarla, los airecillos que corren, cuando llega la mañana. Y en Santa Marina el cura dicen que tiene la casa, siempre limpia, pues la cuida su buena doncella, el ama. Casa de blancas paredes, aunque con negras pizarras, que no hay tejas en la zona para el techo de las casas. El tramo es bastante largo, pues ella vive en Soirana, donde la hoguera se enciende cuando por San Juan se canta. Y la cuesta que camina, al puerto sabe que baja, por la Paloma pasando y adentrándose entre casas. Ya por las calles discurre, y, mirad que, aunque son largas, estrechas son, como digo, y no dejan ver el alba. Hasta que al puerto se sale, por donde ya la bajada, caminando hacia la iglesia, se hace subida a la larga. Y el camino es aburrido y la cuesta no se acaba, y, pues se aburre la niña, mientras la sube se cansa. Y, por no cansarse tanto, con su ligereza y gracia, canta canciones la niña, pero las canta en voz baja. Y en voz baja lo que dice con disimulo lo canta, que muchas veces el párroco afina y puede escucharla. Y como amigo del padre y de la abuela la llama y la riñe pues no es bueno cantar picardías malas. Llama a la puerta la niña, siempre le contesta el ama, que con el ceño fruncido le dice siempre: “Anda, pasa”. Y a la cocina la lleva, donde la leche, al colarla, no pierde el blanco color ni después de calentada. Del fogón llega a la mesa y en la mesa, ya en la taza, con azúcar y café, con pan, mantequilla y nata. Toman los tres el almuerzo, y el cura quiere escucharla y le pregunta doctrina, catecismo y cosas santas. Luego, después de almorzados, dos monedas le da el ama, y avisa que no las pierda que no debe ella gastarlas. Sale de casa del cura, y, ya de vuelta su casa, desde el monte mira alegre tanto bote, barca y lancha. 2009 © José Ramón Muñiz Álvarez "Alborada de San Juan en Soirana" Todos los derechos reservados por el autor. |